EDUCAR BIEN CON IGNACIO AVELLANOSA

viernes, noviembre 17, 2006

FANTASÍA

La fantasía forma parte del mundo de la infancia como en ninguna otra edad. Los niños hacen, o hacían, de una escoba un caballo que relincha como si fuera de verdad y de una madera una pistola de rayos laser llena de capacidades. Cuando son más mayores, cada vez más, sus juegos forman parte del mundo de las nuevas tecnologías que no es que elimine la fantasía pero sí que exige menos invención.

En cuanto el lenguaje comienza, entre los dos y los cuatro años, la mente se llena de imágenes y palabras que hablan de todo lo que existe y aún de lo que nunca existirá: desde los cuentos tradicionales y desde la televisión o los relatos familiares los niños recrean mundos mágicos que de manera indirecta hablan también del mundo real.

Cuando por la noche una niña pide a su padre que le cuente otra vez la misma historia no es tanto volver a escuchar las mismas palabras, como saber que está acompañada y que el ritual del cuento se repite como la vida comenzará a la mañana siguiente.

La fantasía desarrolla la mente y permite elaborar las ansiedades más frecuentes: el temor a la muerte, el abandono, la envidia…todo lo que aparece en los cuentos tradicionales que siguen siendo necesarios.

Participar padres e hijos de este ritual es favorecer el crecimiento y la tranquilidad de los niños y es también ayudar a los padres a vivir de nuevo algo de su propia infancia.

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lunes, noviembre 13, 2006

¿NIÑOS DEPRIMIDOS?

Una imagen idealizada de la niñez aleja, en esas edades, el fantasma de la depresión. Nos resulta chocante o incongruente pensar en niños que sufran depresiones y los propios tratados de psiquiatría ignoraban, hasta no hace muchos años, el problema.

Hoy sabemos que no es así y que la depresión es una enfermedad que aparece en todas las edades, desde la primera infancia hasta la senectud, aunque en cada una de ellas la manera como se percibe sea diferente.

Un niño pequeño que esté deprimido no hablará con el adulto de pesimismo sobre el futuro o de sentimientos de tristeza, no tiene capacidad para ello. Su ánimo bajo se expresará en la vida cotidiana, en los juegos, a la hora de la comida o de los aprendizajes. Incluso, de manera paradójica, en mayor actividad o irritabilidad. Lo que los padres observan son cambios en las conductas que se extienden en el tiempo (no podemos hablar de una depresión cuando estos cambios duran algunos días).

Sin que esté muy claro si ahora las depresiones en los niños son más frecuentes o lo que sucede es que pensamos en ellas, las diagnosticamos porque sabemos que existen, se ha pensado que hay organizaciones de la vida reciente que pueden contribuir a las depresiones en los niños.

Entre ellas:
Las mayores exigencias escolares, tanto en el hecho concreto de los aprendizajes, como en los horarios alargados. La falta frecuente de los padres como consecuencia de los horarios laborales. El cansancio que dificulta relaciones emocionales ricas.

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