ALGÚN LÍMITE

Camino hacia casa y me cruzo con un grupo numeroso de niños que salen del colegio acompañados de sus padres. Una de las madres lleva a un niño de unos cuatro años cogido de la mano. Antes de cruzarnos oigo que la madre le dice: “no, no, ahora no, después de comer”. Imagino que el niño ha pedido alguna chuchería y al poco oigo clara y rotunda su voz: sin mirar a la madre dice: “eres una hija de puta”. Me sorprende la expresión en un niño de esa edad y me vuelvo disimuladamente para observar la continuación de la conversación. No oigo nada más. Ambos continúan de la mano hacia su casa. No puedo ver la cara de la madre y no sé como se ha sentido pero imagino que no muy bien aunque haya disimulado. O quizás está acostumbrada? O le parece una tontería?
SECUENCIA 2
Subo a un autobús que me lleva al trabajo. Es temprano y miro con pena a varios escolares pequeños que, con cara de sueño, tienen que estar a esas horas camino de sus colegios pero pronto la pena se cambia por enfado al ver la invasión desconsiderada de los asientos que hacen los padres para sentar a los niños. Les sientan y ellos no se sientan. Tampoco miran si hay personas más necesitadas de asiento. Simplemente buscan “lo mejor” para sus hijos.
Son dos secuencias de características diferentes que permitirían muchas reflexiones aunque hoy me quede solo con lo que de mala educación implican. Esa idea de los niños como reyes del universo por encima de todo es una forma también de maltrato. Aunque parezca lo contrario. Los niños deben de saber que no tienen derecho a todo sin medida y sin contar con los demás. La cesión que los padres hacemos de los derechos de los otros y de los nuestros propios se vuelve contra los propios niños cuando se educan como si el mundo les perteneciera. El respeto a los demás, comenzando por el respeto a los propios padres es una norma de conducta obligatoria que se debe enseñar desde que los niños comienzan a caminar.
